Su ausencia

Fría, la mañana. No tan fría fue aquella mañana de invierno, cuando juntos no despertamos en una de las galerías laterales. Más calor había entonces que en este diciembre soleado, mas luz dióme aquel manto gris matutino y redundante que este sol que me despierta, sin mi menor consentimiento, a favor de mi total antipatía.

Hoy le escribo este pensamiento, y no se me confunda, que por pensamiento no debe entender que algún tipo de razonamiento cruza mi naturaleza encefálica. Es el pensamiento del que cree que aún está en condiciones de pensar, no pasa de balbuceo sin palabras, de un tartamudeo inaudible.
Ahora, ya madrugada en estas cuestiones, le aclaro: Hoy le escribo este pensamiento, para que nunca lo lea usted, para que nunca tenga en cuenta cambiar su opinión de mí,
darme un alivio, un perdón, o la infinita bondad de verla. Ya bastante bondad me da tan sólo sufrir por usted, por el amor perdido, por el amor que nunca fue.

Hay! si hubiera sido distinto, si hubiera sido yo un hombre para querer. Mas no se preocupe señora, que aquí galante mi corazón, aunque usted también me condene, la espera por siempre.
Ninguna mujer podrá pisar el patio de mi querer, que se volverá jardín de violeta y rosa
cuando usted piense mi nombre, o tal vez el nombre de otro, que se llama igual que yo.
Para eso el corazón es tonto, me sentiré amado un momento, y en ese momento me voy a quedar, mirando en el cielo la repentina tarde perfecta, regando paciente las nuevas flores que surgen, silbando en silencio una canción para usted, plasmada desde un pensamiento, balbuceada, errante.

Jamás veré este gris otra vez, señora, porque ahora sueño que ha pensado usted mi nombre, y nunca más mi corazón adoptará el color del cemento, de aquella mañana gris que soñé en la galería lateral.
Me voy caminando a vivir con usted, en un sueño eterno. Por favor, no se niegue a hacerme compañía...usted también me mandó a soñar.