miércoles, 4 de noviembre de 2009

De Arrecifes y Pergaminos


Querida:

No voy a quitarte mucho tiempo, sólo quería contarte sobre los buenos tiempos, esos en los que estuvimos cerca. Quería contarte de la vez en que paseamos por las plazas y me dejaste ser dulce, tomándote de la mano delante de todos y caminando entre risas irrevocables a un ritmo acorde al vaivén de nuestros brazos. Y la caminata fue lenta, pero recorrimos todos los lugares que quise; cada lugar que cruzamos fue querido.
Después fuimos a tus ríos, rápidamente, y la lentitud ya no era ni siquiera un caminar, sino mas bien una disminución constante de latidos, casi como si los cuerpos hubiesen querido detenerse allí, en ese cuadro, casi como si lo decidiéramos. Y te levantaste, y nos sacaste la mejor foto, una foto de los años setenta que todavía guardo en mi caja de las cosas importantes.
A la noche nos atontamos, y compartimos nuestros vicios y talentos. Me dijiste que tenias sentido después de todo, y yo te hable de mi insurrección. Nos dijimos cosas que ya sabíamos los dos.
No hacía falta ni amarnos entonces, pero nos amamos, y todo fue sabiamente imperfecto, porque tampoco era necesaria la perfección.
Antes de que comience aquel día, te miré a los ojos de cerca, esos ojos tuyos que construí para mi, y noté en secreto que te quería, y que ni siquiera un día lento e imperfecto te faltaba para ser indeleble.

Quise contarte, nomás de nuestros buenos tiempos. Sospecho que estos caminos ignorantes se interceptan más de una vez, porque no saben de paralelismo, ni de conveniencia…ni de estructuras.


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miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cosa de Grises


Tus ventiscas balancean las ramas de los árboles cuando apenas se anuncia tu cercanía. Algunos te miran desafiantes y orgullosos, porque están seguros que ni siquiera con toda tu fuerza podrías herirlos demasiado. 
De esta porción, se distingue un grupo, no pequeño, que dejará en claro cuán injustificada es su arrogancia, pues irá cayendo más tarde o más temprano, con las consecuencias de tu movimiento, que te son indiferentes en absoluto. Otros, sin, embargo, gozarán de un destino completamente distinto, dedicándose a sucesos más significativos que tus regaños, que ni siquiera cercenarán una hoja en otoño. Sobre este grupo recae el soslayo general, no es un conjunto deseable en esta época del año. 
Luego están los pobres mendigos de la plaza, que no pueden evitarte (aunque algunos huirían gustosos a toda prisa), porque una plaza sin árboles no es cosa de este mundo; están arraigados a su obligación. 
Siguen los protegidos, hijos únicos, que son resguardados en sus casas, tras infranqueables muros que ofrecen seguridad física total…Ellos envidian mucho.
Al final de todos los males, y pasando por alto muchos tipos de desgraciados, están los grises. Los grises viven allí donde la temperatura casi no varía, ese microclima indeseable, isobárico, donde nunca se oyó hablar de anticiclones.
Es inocultable la curiosidad general sobre el motivo de ese lugar, al que no entraste ni entrarás nunca. Y nadie te espera más que los grises; pueden olerte a veces, o ver tus destrozos a la distancia, y no hacen más que desear que los elimines a ellos también, y en casi todos los casos ni siquiera con una herida hermosa, lenta y fatal, sino que se resignan a esperar un rayo único y veloz, que los ilumine un instante para luego poder secarse a tu partida, cuando tu gracia se lleve su aliento. 
Yo no me conformo, sueño con que un día, furiosa y altiva, me arranques de raíz y me eleves demasiado, despedazándome con tu fuerza desmedida en un escándalo que dure aún más que mis sentidos, mientras yo me regocijo en tus movimientos impredecibles y mortales. 

En ese momento realmente voy a sentir, y a llorar. Hasta entonces, o hasta que nos amemos en la plaza, llorar no es cosa de grises.

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viernes, 18 de septiembre de 2009

Intolerante


Me escapo de tu juicio. Porque lo presumo, se huele como la lluvia un día de calor.
Y no voy a hacer como esas buenas señoras, ni los hombres gordos y trabajadores que alargan sus pensamientos contaminantes más allá de su piel –que, para ser justo, no son sus pensamientos, son realmente inventos antiguos de algún individuo, más escuchado alguna vez de lo que su astucia pudo ameritar-. “Y mira quién me juzga, la que ‘tal cosa’”, interrumpe la belleza una de esas buenas señoras, ante la aprobación general de buena parte de las otras buenas señoras del barrio.
Recuperándose puede estar el día, quizás aún aspirando a un escalón notable de lo hermoso, cuando otra rama social antagónica a la mencionada produce un eco de vulgaridad, porque no se puede adjudicar la mediocridad solo a la gente que cree ser rica, los confesos pobres también gritan ser perfectos, únicos e irrepetibles.
Claro que pueden, todas estas personas, reconocer a seres semejantes, son ni más ni menos que quienes esbozan sonrisas simultáneas, expresando acuerdo con sus dictámenes y enfatizando ese acuerdo en los discursos donde más jugosa se sirve la discriminación.

Antes de interrumpirme, te contaba de mi escape. Así de sencillo es: me voy, me alejo de la guadaña oxidada que imparte justicia vidente; una justicia con vista nublada e incapaz de modificar su dirección, es cierto, pero técnicamente vidente; una justicia apostólica que desparrama descalificación ante la menor sospecha de subversión.

Adiós, entonces, me escapo aquí nomás, a un pasito de distancia, y miro con deseo de cambio cómo se te van acotando los espacios felices.


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martes, 21 de julio de 2009

De Júpiter y su Querido Asteroide


Alguna vez mezquiné mis órbitas, Querido Asteroide, pero ¿cómo no jactarme? Yo sabía, como todos, que siempre estarías allí, sos mío por definición. Aunque no me pertenezcas, aunque te comparta, sos mi compañero desde tu significado. ¿Cómo suceden los accidentes, Querido Asteroide? ¿Cuántas casualidades serán causantes, serán culpables?

Nuestra gravedad se ve afectada sobremanera, acaso vos buscaste el accidente, no lo se; acaso no te conformó en absoluto el soslayo que percibiste.

Ahora, con los sucesos ya asentados, opto por respetar tus nuevas trayectorias, esperando al menos que una colisión me traiga noticias de tu paradero.

Sigues ahí, destino de estima, pero ahora no sos más que un satélite de otro cuerpo, calco de otro satélite en lo inmenso. Te deseo cariño, Querido Asteroide, que recuerde al mío.

La ausencia de tu reflejo congela parte de mi superficie.



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jueves, 26 de marzo de 2009

Desierto


Mi aspecto perverso, mi lívido porno
Mi circulo abierto, mi tacto de oro
Tu espalda es un arpa, tus piernas un coro
Que tienen en mente hacérmelo todo.
Yo soy ese rayo que cayó del cielo
Que vino a quemarte hasta el mismo infierno
Vos sos el espacio que habitan tus miedos
Yo tengo coraje y tengo deseo

Quiero tu lado salvaje, no necesito palabras
Quiero sacarme las ropas, que no me sirven de nada
No soy turista del viaje, soy pasajero intranquilo
No me provoques ahora, tengo un cuchillo con filo
Y nada de lo que me digas, amor, va a sacarme de este
Desierto

Con látigo en mano, me siento indefenso
La rabia que escupo, se la lleva el viento
Hay gente que inspira, que come excremento
Hay gente que aspira la coca y el tiempo
Tu punto de vista, tu lado importante
Tu chumbo en la mano, sos un vigilante
Yo soy un espectro, soy un habitante
Un cuerpo y un alma, un lucro cesante

Voy a salir a la calle a deshacer mi destino
Que es bueno estar en la lona y equivocar el camino
Podés comprarte una casa, podés comprarte un asilo
Hay cosas que no se compran, vos sabes bien lo que digo
Y nada de lo que me digas, amor, va a sacarme de este
Desierto

La falsa utopía de un mundo perfecto
Se hundió hace unos días
En un baño infecto
Políticamente, decente y correcto
Sos un policía, sos como un insecto
Flotás tranquilo y seguro, alrededor de la mierda
Te veo andando derecho, resbalando por izquierda
No existe nadie que sepa, ninguna cosa en la tierra
Y si estás libre de dudas, tirá la primera piedra
Y nada de lo que digas, amor, va a sacarme de este
Desierto
Desierto... nena, estoy desierto, desierto...


Fito Paez

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lunes, 9 de febrero de 2009

Filo


Sólo puedo pensar en tu cuerpo deslizándose sobre una pendiente herida, el dolor que relata tu presencia es, al parecer, un alivio para mi espíritu. Necesito degustar tu causa, mi antojo vampirezco no puede ya ser disimulado.
Estoy pensando acerca de ese tema, de cómo invocarte, cómo conseguir el avistamiento necesitado…desde hace ya un tiempo estoy pensando. Conforme avanza mi arena imaginaria mis ocurrencias son desmembradas y me acerco al torso de la cuestión, a la belleza de la simplicidad.
En este punto me tienta la subestimación, la facilidad se respira claramente. Pero entonces el “yo” confiable reaparece apenas, y como una balacera recuerda lo espeluznante de estos antojos, lo problemático de sobresalir.
Próxima parada, llego al arrepentimiento, luego de haber transitado por el estupor, el horror y algo de desesperación. Llega el momento de cuestionar mis intenciones, de suponer una locura irremediable y peligrosa, pero aquí descubro lo más dulce de la cuestión: no me atormenta esa suposición y, en cambio, es el miedo lo que hace fluctuar mis intenciones.
Y el miedo (gracias Cristo) supera cualquier tipo de razonamiento. Ahora se vuelve impensable lo que dibujé tan fácilmente hace momentos. Unas palabras, caricias, disimulo, inconciencia…y el filo al fin.
Tanta sencillez tienta, aunque ahora prometo que es imposible seguir adelante.
¡Pero cuánto deseo que corras sobre yertas ondulaciones suaves! Que te acaricien mis manos y te mezcles entre mis dedos con mi última fragancia.

Estoy a centímetros…milímetros…prácticamente puedo olerte, y el miedo, ese miedo que ordena la conducta “correcta”…
Tengo mi herramienta lista y mi mente enfocada en el temblor de mis manos.
Unas palabras, acaricio, tomo tu llave en mi bolsillo sin ser descubierto, ya mi mente está muy lejos.


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martes, 20 de enero de 2009

Sur

Tus saludos bienvenidos, tus colinas irremontables,

tus fenómenos distraídos, tus ojos inolvidables.

Tus madrugadas de frío, tus noches de sudor,

tus curvas irrepetibles, la inocencia en tu corazón.

Tus vestigios de llanura, tu refugio amigable,

tus presentes de dulzura, los besos que regalaste.

El aire de tus vecinas, que tanto sabe animarme,

el sol de la alegría inmediata, y su hermosa contraparte.

Tus secuelas en mi mente, que llevo a todas partes,

las bondades permanentes de gente que me dejaste.

La adrenalina absoluta de un vaivén incontrolable,

su recompensa, con creces, la comunión más loable.

Tu viento transportador, para el alma refrescante,

tu llanto que se ausentó, de puro relacionarte.

Tu vasto conocimiento, hasta más allá de los mares,

tu actitud de beneficencia, por compartirte e ilustrarme.

Tu música resonante, que debilita mis huesos,

tu tránsito transparente, tus detalles pintorescos.


Casi me cerrás la puerta, no querías que partiera,

apenas me sustrajiste una promesa ligera.

Me liberaste a mi partida, y me contraje en mi regreso,

es peor estar preso si se han cruzado las puertas.



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lunes, 19 de enero de 2009

La lluvia


Dicen que cuando llueve
quedo en blanco y negro...
dicen que cuando hay viento
estoy fuera de foco...
Los viejos...
dicen que en el invierno
me revelo lejos...
El ego, dicen que cuando hiere
corta como el vidrio
El tiempo no para
cae la arena
hay cosas que dicen
aunque no creas
Yo me vuelvo al sur
esperando que haya días mejores
yo quiero sol y mar azul
que nunca llueva
Dicen que cuando llueve
yo me quedo sola
dicen que cuando hay viento
estoy fuera de todo...
hay cosas que pasan
aunque no creas
hay cosas que existen
aunque no veas
Yo me vuelvo al sur
esperando que haya días mejores
yo quiero sol y mar azul
que nunca llueva


H.L.