Lágrimas de la Memoria

¿Cuántas páginas puedo llenar con mis memorias? Y…¿qué debe contar un “hombre” en sus memorias?

¿Cuántas cosas puedo decir, antes de recurrir al engaño? No vale la pena…

Esto que cae de mis ojos…¿podría llenar un libro?

La verdad, amigos, es que no tengo nada para contar, menos que me enorgullezca. Incluso el titulo de ‘amigos’ que acabo de imponerles es una ilusión que nadie atenderá.

Sólo he conocido gente que por mí sintió lástima, como sentimiento más cercano al amor.

Tal vez sea consecuencia del amor que nunca di, no lo se…No se tampoco por qué escribo esto. Después de todo: ¿para quién lo estoy escribiendo? ¿Quién quiere saber de mí?

La lectura de esta carta no será para nadie más que una anécdota desagradable dentro de poco tiempo.

¡Si tan solo el dulce olvido pudiera leer! Él me entendería…pero no. Su cuerpo delicado, su cuello irresistible y su alma solitaria me dicen sin rodeos que nuestra relación es estrictamente profesional. Pues bien, esta relación termina hoy, y quién sabe qué clase de olvido encontraré mañana.

¡Tierno elixir de la redención! ¿Acaso estas son porque he de extrañarte? No, seguramente he de olvidarte…

Un hombre siempre viene a rasguñar la puerta, no sé como llega, ni por qué siempre vuelve. Si a alguien le interesa, comemos a las ocho. Él se conforma con pan viejo, no es molestia; yo con mis recuerdos, que son difíciles de tragar.

Emprendo un viaje, pero tampoco es el adiós lo que me provoca esto. No tengo de quien despedirme, ni a quien contarle…que no hice nada.