Ya no es fácil escribir líneas hermosas, ya no para mí. Ya no es fácil evitar en cada silencio oir tu respiración en mis labios, vagar por mil lugares que aún no hayas conquistado, jugar en el casino hasta ocuparme de algo más.
Ya no es fácil apretar las sábanas y que el dolor se apague entre lágrimas al girar en nuestra cama a medianoche. Ya no, tampoco, evitar que una sonrisa me dibujes cada día entre tantas veces de pura tristeza; y es una sonrisa de mirada gacha, que me obliga a distraerme contando pelusas en el parquet para que los extraños de ocasión no vean que mi oxígeno se agota.
Me estoy apagando. Y el libro de Kafka alguna vez volverá a su sitio cuando no quepamos tres, pero vaya que me gustaría si los tres estuviéramos vivos.
Ya no es fácil apretar las sábanas y que el dolor se apague entre lágrimas al girar en nuestra cama a medianoche. Ya no, tampoco, evitar que una sonrisa me dibujes cada día entre tantas veces de pura tristeza; y es una sonrisa de mirada gacha, que me obliga a distraerme contando pelusas en el parquet para que los extraños de ocasión no vean que mi oxígeno se agota.
Me estoy apagando. Y el libro de Kafka alguna vez volverá a su sitio cuando no quepamos tres, pero vaya que me gustaría si los tres estuviéramos vivos.
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