domingo, 22 de julio de 2012

El hombre que no necesitaba nada más

Verá, no faltan señales claras para el simple espectador, para los amigos abrazadores ni los libros intercambiados. Pero su mundo es limitado, y la historia del hombre que décadas después se autosatisface recordando su primera cita con la mujer más hermosa del mundo no fue nunca recitada con la vehemencia adecuada.
Resulta ser en la imaginación de este hombre, por supuesto en el momento "apropiado", el abrazo de su primer encuentro (que no fue primero), rápidamente la fila para entrar a la cervecería, el sueño de apoyar la palma de la mano en el vientre de ella, de tomarle la cintura, y cambia a la realidad en la quinta cerveza y el centésimo deseo y el primer amor de recoger el pelo de su cara, acariciarla enamorado, su primer beso a la sonrisa capturadora de cielos.
El clímax, luego sus ojos al ritmo del sol, un mediodía eterno.

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