No creo que puedan juzgarse los estados de Cid sin dar apoyo compasivo a sus pocas decisiones. Él piensa en los rieles y los toca dentro suyo, con los ojos cerrados, y siente el frío de su superficie limpia, lisa de tanto guiar. Piensa que podrían perecer juntos ya que ambos fueron abandonados por su tren de las nubes. Se acuesta y atraviesa polar la sensación de frío en la sien, como si tuviera que tirar de un gatillo, como si el riel fuera un revólver.
Piensa en sus motivos objetivos para decir que está enamorado, y piensa en sus posibilidades de ser querido y deseado nuevamente. No halla aliento porque sabe que él también ha cambiado, y si la señorita N. volviese buscando a aquél Cid en este debería hacerlo dispuesta a enamorarse de un hombre distinto tras el inevitable desengaño.
Piensa en sus motivos objetivos para decir que está enamorado, y piensa en sus posibilidades de ser querido y deseado nuevamente. No halla aliento porque sabe que él también ha cambiado, y si la señorita N. volviese buscando a aquél Cid en este debería hacerlo dispuesta a enamorarse de un hombre distinto tras el inevitable desengaño.
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