martes, 8 de mayo de 2012

Nena (Y pronunciar nuestros nombres)


    La hermana que se vuelve lobo taciturno, que llora a través de la noche recordando su pelaje en la luz solitaria. Es el charco de tequila en el suelo de los bares, el verde siempre verde de los campos fotografiados, eternizados, la caminata en colores de una niña pidiendo cuidados; también el abrazo de música fuera de tiempo, las comidas exóticas entonando retazos de cosas que parecen importantes, abriendo las puertas de Nieztsche y Dostoievski y también de Rocamadour como si fuese tan natural, tan la mermelada del desayuno o decir que la gelatina es una pérdidad de tiempo.
    Mostrar los dientes, hermana que ya no lo es. La traición en tiempos de desvaríos, la concesión de libertades desanillando uno a uno los indesanillables eslabones de cadenas que quizá ahora hechas añicos sean erinias como justicia implacable.
    Siempre un tanto capítulo siete, asesinato de las cantatas de puentes compartidas, las confidencias de exacerbar, los llamados de atención en poner mas cuidado y ,por sobre todas las cosas conocidas, siempre la media vuelta cercenadora que sabe despedir definitivamente tras los paisajes a espaldas de la partida, que ha aniquilado los cantos sobre horas indebidas, la comunión de dos almas que atiborraron una vez a la madrugada con su victoria aplastante e hicieron sentir al tiempo, las tristezas y la nada que era todo la misma cosa y ninguno formaba parte con ellas del mismo universo.
    Ya impersonal, porque hablando de almas compañeras las letras no pueden pertenecer tras el perecimiento. Y hablar de deseos que son órdenes es decir efímeras las lágrimas y única testigo la lejana tez.
    Y pronunciar nuestros nombres alguna vez no será mentir.

No hay comentarios: