miércoles, 27 de junio de 2012

Conjugación de la Libertad (Adiós)

Entre mis fantasías de los húmedos retornos y las realidades de un viernes abrazados ha existido siempre la distancia de lo verosímil. Esto es ostensible sin necesidad de recurrir a ningún historial mensajero, nada más sentarte en el sillón ubicado fuera de mi vista, en la habitación de junto, bastaríate para formalizar un acuerdo al respecto.
Entonces resulta que tras más de un año no podría verte sin que mis hemisferios se entrelazaran dando lugar a fracciones no hemisféricas y a superficies no terrestres, también en que la alegría de una semana abstrayendome de nosotros mismos no sería suficiente para ambos comenzando un deterioro sostenido de mi contento y mi salud, y también, casi por sobre todo, resulta que nos soltamos las manos. En este sentido y desvariando en círculos muy ajenos a mis costumbres, encuentro cierta estúpida hermosura en que terminemos en el mismo lugar donde comenzamos. Tal hallazgo puede relacionarse con una intención de justificarte, de amarte o de sobrevivir, aunque en cualquiera de los casos es mejor darlo por válido; en cuanto has dejado de sentir lo que yo no podría borrarme acaso se han hecho estúpidos todos los caminos, incluyendo este que transito ahora.
De todo modo, nada quita la cita de algún viernes donde nos hicimos magia, los recuerdos de jueves trasnochados haciendo trampa a la rutina y los amaneceres apurados que puedo enumerar hasta perder el orden de los fines de semana y el recato de los días laborables. Nada quita que hayas sido el chino Li a quién nunca leíste ofreciéndome un oasis que me permitió absorver por otro rato el último desquite de Pandora, la flor de mi juego, el camino de mi paraguas, la mejor edición de capítulo siete que nunca pensaste en regalarme. Al final, cualquiera de esos besos son solo uno sobre mi calle Corrientes, aquél cuando de todos los individuos murmurando entre el tránsito y el tango fuimos los únicos vivientes.

Tal vez girando en alguna esquina me encuentre con quienes fuimos alguna vez, mientras tanto debería dejar que la belleza siga su camino hacia lo magnífico aunque su final sea certero y triste; sería egoísta y arrogante no admitir un papel secundario en esta hermosa tragedia.
Tras tanto tiempo somos libres, aunque no individualizar esta condición es quizá mi guiño final.
 


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