"Alejé mi vaso, que la tabernera quería volver a llenarme, y me levanté. Ya no necesitaba más vino. La huella de oro había relampagueado, me había hecho recordar lo eterno, a Mozart y a las estrellas. Podía volver a respirar una hora, podía vivir, podría existir, no necesitaba sufrir tormentos, ni tener miedo, ni avergonzarme."
Bailando entre tus estrellas dibujantes y mi ridiculez, cada vez que parece importar.
Bailando entre tus estrellas dibujantes y mi ridiculez, cada vez que parece importar.
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