martes, 31 de mayo de 2011

Nunca me pude ir

Tampoco, recuerdo, en el tiempo único cuando escribía. Ni en las mañanas ni por las tardes. Ahora, casi como si hiciera falta, caigo en cuenta que tampoco de noche o madrugada.
En algunas ocasiones sentime un insecto de los que te gustaría oirme nombrar , necesitado de abandonar la única luz a la vista sin poder hacerlo, claro, menos por miedo que por necesidad, la necesidad quizá mas justificada aunque igualmente carente de nobleza como el resto de las necesidades: respirar.
Porque respirar no es hacerlo en oscuro desde la mediocridad que supondría la existencia como fin.

Y porque no importan el paso de las líneas, de las noches o las hectáreas.
Mi discurso es eterno y constante: nunca me pude ir.

.

No hay comentarios: