Cid retomó sus notas mucho después, bajo circunstancias absolutamente diferentes y con su ánimo más pesado, más triste.
La prolongada interrupción de sus letras no se condecía en nada con su inspiración. Material de sobra inundaba cada día su cabeza, y no vagamente sino de manera concreta, casi con detalle palabra a palabra.
Dentro de sus torturas generales disfrutaba distrayéndose con sus relatos privados, sin escribir frase ninguna. Por su cabeza pasaron historias maravillosas.