martes, 20 de enero de 2009

Sur

Tus saludos bienvenidos, tus colinas irremontables,

tus fenómenos distraídos, tus ojos inolvidables.

Tus madrugadas de frío, tus noches de sudor,

tus curvas irrepetibles, la inocencia en tu corazón.

Tus vestigios de llanura, tu refugio amigable,

tus presentes de dulzura, los besos que regalaste.

El aire de tus vecinas, que tanto sabe animarme,

el sol de la alegría inmediata, y su hermosa contraparte.

Tus secuelas en mi mente, que llevo a todas partes,

las bondades permanentes de gente que me dejaste.

La adrenalina absoluta de un vaivén incontrolable,

su recompensa, con creces, la comunión más loable.

Tu viento transportador, para el alma refrescante,

tu llanto que se ausentó, de puro relacionarte.

Tu vasto conocimiento, hasta más allá de los mares,

tu actitud de beneficencia, por compartirte e ilustrarme.

Tu música resonante, que debilita mis huesos,

tu tránsito transparente, tus detalles pintorescos.


Casi me cerrás la puerta, no querías que partiera,

apenas me sustrajiste una promesa ligera.

Me liberaste a mi partida, y me contraje en mi regreso,

es peor estar preso si se han cruzado las puertas.



.

lunes, 19 de enero de 2009

La lluvia


Dicen que cuando llueve
quedo en blanco y negro...
dicen que cuando hay viento
estoy fuera de foco...
Los viejos...
dicen que en el invierno
me revelo lejos...
El ego, dicen que cuando hiere
corta como el vidrio
El tiempo no para
cae la arena
hay cosas que dicen
aunque no creas
Yo me vuelvo al sur
esperando que haya días mejores
yo quiero sol y mar azul
que nunca llueva
Dicen que cuando llueve
yo me quedo sola
dicen que cuando hay viento
estoy fuera de todo...
hay cosas que pasan
aunque no creas
hay cosas que existen
aunque no veas
Yo me vuelvo al sur
esperando que haya días mejores
yo quiero sol y mar azul
que nunca llueva


H.L.

lunes, 3 de noviembre de 2008

La Diosa


Así imagino a La Diosa. Potente desde su delicadeza, movedora de montañas, maquillaje de paisajes. Recuerdo haberla visto... Diré: “creo haberla visto”, una vez, en mi niñez. Y no comprendía ni las esperanzas que llevaba a cuestas, de cuyo peso me fui librando con el correr de los desengaños. Y ella...estoy seguro que era ella, sospecho peligrosamente, sin cautela, que estaba enseñando algo.

Sin dudas la miré, al menos durante algunos instantes, desde mi lado del vidrio, pero acaso mi edad (apreciada excusa) me desvió hacia la preocupación de un goce insignificante. Sí, se con certeza que quise volver a verla unos minutos después, pero ya se había transformado, y aunque ahora entiendo la naturaleza mutante de todas las cosas, en ese momento sentí una ignorante decepción, ramificación de la sorpresa.

La verdad atenta contra toda característica romántica de nuestra relación: Nunca quise nuevamente entenderla. Dicen los testigos que es hermosa, pero son sólo mortales, y yo ahora soy como ellos.

Tuve mi día, Diosa, y algún juego de espontaneidades (o no) separome de tu iluminación. He aquí la gracia de la mortalidad: No me importa. El aire riega mis venas y sigo contemplando, con simpleza, con la vulgaridad del más brillante Homo...

Créate otro mundo, Diosa. Ya aprendiste algo esta vez.


domingo, 28 de septiembre de 2008

¡Dichosos los mentirosos!


Hoy también fue uno de esos que conozco sólo cuando suceden. Es la primera cada vez, porque el olvido llega con el tiempo, la conveniencia, y la autoestima…o algo así.
Extraño la incomodidad y el acoso del amor, que aparece frío al lado del camino, a pocos (¿pocos?) días de distancia. Extraño la risa, aunque ayer me hayan visto pronunciarla. Hablo de la verdadera risa, el inexpugnable obsequio original, el perdón de los crímenes, la sinceridad animal.
No se si alguna vez fui el perro que más movió el rabo, pero la sarna ahora sería un alivio para estas sobras de animal.

Se me llenan las arcas en este momento, cuando visítame la nostalgia, cuando vuelvo a comprender nuestra situación. La mía y la tuya, amor. Amor hermano, amor socio, amor divino, el tuyo, querida. Preferiría seguir distraído porque esta verdad no se cómo decirla. Es una verdad que no mata, que no desangra; come los órganos lentamente, y se hace sentir de vez en cuando sólo para propio regocijo.
Creo que la vida misma no es más que esta absoluta certeza, ¡dichosos los mentirosos!

No puedo evitar llorar por mí y por ella, y por mis hermanos, designios del horario. Pero ellos mienten, recuerdo, y entonces me alegro un poco.

Habiendo reflexionado, y recordado su condición de timadores dejo, algo más tranquilamente, que la verdad me haga desear la muerte.

Nos dirigimos hacia el fondo de este mar de lágrimas, poco a poco nos quedamos solos…y no tengo a nadie a quién decírselo.