Alguna vez mezquiné mis órbitas, Querido Asteroide, pero ¿cómo no jactarme? Yo sabía, como todos, que siempre estarías allí, sos mío por definición. Aunque no me pertenezcas, aunque te comparta, sos mi compañero desde tu significado. ¿Cómo suceden los accidentes, Querido Asteroide? ¿Cuántas casualidades serán causantes, serán culpables?
Nuestra gravedad se ve afectada sobremanera, acaso vos buscaste el accidente, no lo se; acaso no te conformó en absoluto el soslayo que percibiste.
Ahora, con los sucesos ya asentados, opto por respetar tus nuevas trayectorias, esperando al menos que una colisión me traiga noticias de tu paradero.
Sigues ahí, destino de estima, pero ahora no sos más que un satélite de otro cuerpo, calco de otro satélite en lo inmenso. Te deseo cariño, Querido Asteroide, que recuerde al mío.
La ausencia de tu reflejo congela parte de mi superficie.