domingo, 24 de febrero de 2008

Mi amor atardece


Mi amor atardece. Entiendo cómo llamar a todo ‘día’. La lectura de un libro atardece, más lenta o rápidamente, la cola en la caja del supermercado atardece, también la energía y la espera en el semáforo.
Y los días…deslucidos destinos para acunar al atardecer como nombre popular de aquello que anticipa al ocaso.
En verdad, los años son días, días con eclipses casi permanentes y periódicos, sin preludios perceptibles, que llamamos ‘noche’ por la comodidad escalar del tiempo.
A pesar de que la espera, la lectura, la alegría y el año atardecen, encuentro sólo en el día, injusto dueño de palabras, la forma de expresar.
Mi amor atardece, como el día.

sábado, 9 de febrero de 2008

No tengo las agallas


No tengo las agallas, tal vez ni siquiera yo crea mis motivos. Es posible que hasta mi subconsciente sea falso, cabe pensar que las sombras de mis verdades no son más que chinescas aventuras de la locura. Te amo y te odio, y te amo de nuevo. Te odio porque te amo. Te amo porque no me das felicidad constante, te odio porque no puedo escapar. Te odio por ser los últimos cuando salimos primeros, te amo porque tal vez yo nos engañé a primer turno.

Te abrazo con el ahogo de imaginar que es el último abrazo, me sobran las lágrimas. Te siento como a mi mano, parte de mi pecho y la mitad de mis sentidos, y no quiero perder todo eso. Más cruel y justa solución sería perder todos esos sentidos, átanme a un mundo donde te odio… Juro que lo deseo, juro que lo imagino, pero juro que no tengo las gallas.

Te odio, te amo y me odio. Te amo y sufro sin morir, te odio y sufro sin morir, me odio y sufro…y no tengo las agallas. Necesito perecer con el último suspiro caluroso, porque te amo en el sudor, y te odio en la templanza. Vos me amás cuando me mirás, y yo siento que me asesinás en un lujurioso regocijo.

Por un momento me creí sensible…supongamos que estoy loco, por el bien de los dos.